1. Introducción.
En
el presente escrito deseo exponer a la persona del orientador como un
profesional que permite al orientado, a la institución de la que forma parte y
a la sociedad ver en la realidad un crisol de oportunidades para alcanzar un
estado de bienestar y desarrollo integral en la personalidad de los jóvenes.
Desde mi perspectiva lo caracterizo como un agente de cambio. Su importancia la
destaco momento a momento y realzo su imagen, desvirtuada desde el punto de
vista de muchos, como un elemento indispensable que no solo se dedica a una
orientación vocacional y desarrollista. Quizás mi entusiasmo puede parecer
desmesurado pero es innegable el hecho de que un orientador es un verdadero
agente de cambio.
Para
empezar, me dedicare a enumeran y desglosar cada una de las cualidades que
posee un orientador para reconocer cuál es su personalidad con la que podrá
interactuar con los clientes y que posibilitan el trabajo dentro de un equipo
de profesionales. Así también será menester exponer claramente el perfil que
debe tener para desempeñar su labor, en donde podemos encontrar claras
semejanzas y diferencias con el perfil de un maestro, un directivo o un
psicólogo.
La
tarea que realiza no es sencilla. Aquí, serán explicadas las funciones del
mismo y nos permitirán vislumbrar el amplio campo de acción que su persona le
confiere. Ya que siempre es importante delimitar su campo de trabajo y
diferenciarlo de los demás profesionales con los que colaborará en su centro de
trabajo. De igual manera, manifestare una serie de conocimientos que le son
indispensables tener, al igual que las habilidades indicadas para dar la
terapia y contribuir en la elaboración del plan de trabajo de la institución,
en donde su voz y voto tiene la misma importancia que la de los demás.
Constantemente
destacaré el trabajo en equipo como actividad primordial del Orientador. Pero
sobre todo lo expondré como un líder y, nuevamente lo menciono, como un agente
de cambio. Para finalmente comentar los métodos, las técnicas y los
instrumentos de los cuales dispone según diversos enfoques, tales como el
humanista, el psicoanalítico, el cognitivo, entre otros.
Mi
objetivo está claramente definido, busco propiciar una reflexión amplia de la
imagen del orientador, desechando la idea actual de algunos que lo ven como un
subordinado cuyas terapias son un chiste o de carácter paternalista, y por lo
tanto, con poco efecto en el desarrollo autónomo de los muchachos. La idea
final es reconstruir la imagen del orientador como un profesional, como un
líder y como agente de cambio, como un personaje activo que dinamiza los
centros educativos y promueve el campo de acción de estos a la comunidad.
2. Cualidades.
Pero
para ser un verdadero agente interno de cambio, se requiere de una buena
formación y de tener en cuenta constantemente de qué manera puede colaborar
para optimizar el cambio y una cultura de mejora. Y es aquí, en donde me atrevo
a aseverar que el orientador es un líder que colabora estrechamente con
docentes y con los directivos.
Para
lo cual, requiere saber observar las características del contexto, las
necesidades, las fortalezas y las debilidades del mismo, así como saber
escuchar a los jóvenes, a los maestros, a los directivos y al cuerpo de
profesionales que integran la institución para poder conocer las situaciones
que cada uno enfrenta día con día, y así poder actuar adecuadamente en
beneficio de todos, especialmente, en beneficio del desarrollo integral de la
personalidad de los jóvenes.
Inevitablemente
debe de poseer de madurez afectiva y de equilibrio interior, ya que no es
posible que brinde asesorías sino es capaz de organizar sus pensamientos,
emociones, sentimientos, deseos e impulsos; cómo puede ayudar a otros cuando es
él el que necesita ayuda: no se puede dar lo que no se tiene.
Por
otra parte, debe ser objetivo y con una mente sagaz, ya que al dejarse llevar
por lo subjetivo de su mente, le lleva a la ilusión y al error en cuanto
a su percepción de la realidad y por ende a su actuación con respecto a ésta.
Además, debe ser imparcial y evitar llevarse por sus emociones e intereses
personales.
No
obstante debe poseer la capacidad de la empatía, es decir, la capacidad de
ponerse en los zapatos de la otra parte para entender su situación y así poder
darle una mejor atención acorde a sus necesidades. Porque es necesario
identificarse y tratar de percibir lo que siente el cliente, es decir, crear
una proyección imaginaria o mental del asesorado.
Y
aceptará al alumno y lo comprenderá, sin juzgarlo o burlarse de él, porque sus
debilidades, vergüenzas, tristezas, errores, ilusiones y fantasías no son una
broma, al contrario son elementos de los cuales debemos partir para que el
cliente se conozca a sí mismo, aprenda a superar sus fantasmas, y empiece un
camino hacia la realización personal y profesional. De hecho son muchos los
jóvenes que han tenido un pasado "oscuro" y que han tomado malas decisiones
a lo largo de su vida; ellos son los que más orientación necesitan de nuestra
parte, y ante ellos no podemos tener actitudes antagonistas y de repudio.
Además
debe evitar el ser agresivo o autoritario, porque el orientador tiene la
función de ser un instrumento que le permita al cliente conocerse a sí mismo y
encauzar su vida acorde a sus necesidades, gustos, intereses y capacidades,
para esto debe ser cordial, afable y accesible no sólo con el cliente, sino
también en su trabajo en equipo para crear ambientes de trabajo agradables y
productivos para la toma de decisiones.
Por
lo tanto, debe ser sincero en su persona y en su trato, que actúa o se expresa
tal como piensa, libre de fingimientos; debe ser paciente, capaz de saber
esperar, de contenerse; debe ser sereno, tranquilo, apacible, sin ser propenso
de actuar con agitación ante las dificultades y ante los retos; y debe ser
prudente, moderado, cauteloso en su forma de ser y de actuar, para realizar un
trabajo con sensatez y buen juicio.
Y
finalmente, el cliente debe tener la seguridad que el orientador es capaz y
responsable de guardar el secreto profesional de las terapias que reciba. Esta
es una cualidad de suma importancia. Pero, ¿cómo debe ser ese profesional al
que alguien le confiaría su secreto, su pasado, su presente y sus planes a
futuro? Empecemos con describir al profesional indicado.
3. Perfil deseable.
Un
orientador tiene un desarrollo de habilidades necesarias para analizar el
contexto educativo del sujeto; esto con el propósito, sin lugar a dudas, de
atender, orientar y potenciar el desarrollo de la personalidad integral de los
clientes, sin manifestar actitudes paternalistas, autoritarias o manipuladoras.
Además, tiene la capacidad para elaborar diagnósticos psicopedagógicos de
carácter integral con el apoyo de técnicas e instrumentos de evaluación que le
permite la intervención en las áreas de formación que el sujeto requiere, ya
sea emocional, educativa, vocacional, o psicológica. También puede diseñar como
profesional estrategias que apoyen el desarrollo de la acción tutorial en
contextos educativos y comunitarios.
A
su vez, es capaz de formular propuestas organizativas que articulen las
funciones de la orientación y la tutoría con planes de trabajo de la
institución y los programas educativos establecidos por la Secretaria de
Educación Pública; así como la capacidad para desarrollar estrategias,
técnicas, instrumentos y programas de intervención educativa en pro del
desarrollo integral de la personalidad del alumno. Incluso, es capaz de diseñar
y aplicar adecuaciones curriculares.
Conjuntamente, como profesional es capaz de formular proyectos de
investigación en orientación educativa.
Y
finalmente, durante su formación, el orientador debe de consolidar su
identidad, que viene a estar determinada por sus actitudes, su concepción de su
mundo interno y cómo esta concepción influye sobre la manera en que realiza su
labor. Pero además, debe ser autodidacta y buscar su constante actualización de
conocimientos en enfoques, métodos, estrategias e instrumentos para poder
llevar a cabo sus funciones de manera óptima.
4. Funciones.
Muchas
veces cuando se piensa en las funciones de un orientador, siempre construimos
la imagen de una persona que se dedica a labores administrativas, a cuidar las
aulas cuando algún maestro pide permiso y falta a dar su cátedra, responsable
en los descansos y a la hora de salida del plantel, alguien que constantemente
debe estar pendiente de que los muchachos se comporten debidamente, esas son
incorrectas funciones que se le encomiendan. Sin embargo un orientador debe de
realizar diariamente otras labores, contrario a lo que se le ha asignado.
Para
empezar, él debe orientar la labor docente hacia una mejora constante de los
estudiantes; dota al profesorado y a los directivos de estrategias para
resolver problemas dentro y fuera del aula; se encarga de motivar al equipo de
profesionales con los que trabaja en la institución; enfatiza los valores en el
clima de trabajo para crear un ambiente donde predominen el respeto, la
igualdad y la solidaridad, sobre todo debe propiciar la convivencia en la
comunidad educativa.
Con
los padres se encarga de establecer relaciones fluidas dentro de la familia,
informándolos e implicándolos en las actividades de aprendizaje de sus hijos,
sus necesidades y, en las actividades de orientación y canalización, si es
necesario, a especialistas indicados.
Y
finalmente, pero no menos importante, atender la diversidad, evaluarlos y apoyar a los estudiantes en su desarrollo
integral de la personalidad, en su desarrollo educativo y favorecer la
información profesional. Todo esto lo logra durante la terapia. Cada orientador
la realiza acorde a un enfoque, puede ser el enfoque de rasgos y factores, el
enfoque conductista, el enfoque psicoanalítico, el enfoque humanista, el
enfoque análisis transaccional, entre otros.
En
mi caso, empato mi identidad con una posición ecléctica, en donde el orientador
debe realizar las funciones en una primera etapa de coordinar, planificar y
organizar la reunión; posteriormente debe realizar el diagnóstico
psicopedagógico; a partir del análisis de los datos obtenidos se puede dar
inicio al asesoramiento con intervención en diversas áreas y con distintos
agentes; después realizar, con la participación activa del cliente, la
evaluación, en donde sea capaz de analizar la evolución que ha experimentado su
personalidad y la dirección que ha decidido dar a su vida. Finalmente, el
orientador realiza un seguimiento para prestar ayuda al alumno aún después de
finalizado el proceso.
5. Conocimientos y habilidades.
A
su vez, debe de poseer una gran cantidad de conocimientos conceptuales,
procedimentales y actitudinales. Por un lado, debe saber y entender el marco
conceptual de la orientación educativa, términos tales como orientación,
vocación, motivación, personalidad, ansiedad, etc.; y por otro lado, debe de
tener un amplio conocimiento de la clasificación de las teorías vocacionales y
los diversos enfoques del Counseling psicológicos y no psicológicos. De igual
forma, debe saber desarrollar su terapia desde distintas metodologías, y
conocer una variada gama de instrumentos y tests para el diagnóstico y la
evaluación.
Así mismo, debe ser hábil para
hacerse cargo de las necesidades y capaz de formularlas conceptualmente, estableciendo
eficazmente teorías y sistemas adecuados que contribuyan como base para
fortalecer los planes de trabajo de la institución en la cual labora,
permitiendo atender puntos específicos, por ejemplo, a nivel licenciatura, en
la UV, se trabaja con las adicciones.
Y
es a partir de estos puntos, en donde el orientador de ser hábil para ayudar a
los alumnos u otras personas a las que les brinda terapia, la posibilidad de
detectar y satisfacer sus propias necesidades y alcanzar así sus metas
definidas en la terapia. Para esto, debe ser hábil para realizar su labor con
grupos, ayudando individualmente, a su vez, a los miembros a ser conscientes de
sus posibilidades, destrezas, fortalezas, de las condiciones de la comunicación
eficaz y de la dinámica del cambio.
También
es importante que pueda crear ambientes de colaboración entre todos los
miembros de la institución, desde el que limpia la escuela hasta el directivo;
con programas de participación flexibles, y protocolos de procedimientos
tendientes al cambio; todo con la finalidad de fortalecer e intensificar una
oportuna y productiva participación.
6. Técnicas, métodos e instrumentos.
A
su vez, un orientador debe observar, pensar y actuar como todo un profesional;
es depositario de múltiples personajes y entidades internas de los jóvenes que
atiende; él los llega a conocer de cerca y conoce sus fantasías en cuanto a las
carreras y a su plan de vida; pero también es una persona con una identidad
subjetiva. Y aquí, es posible que se produzca una contratransferencia al
manifestar respuestas afectivas conscientes o inconscientes hacia su cliente.
Generalmente, esto influye negativamente y afecta la vida del cliente y del
orientador, al no estar libre de prejuicios y comprometiendo su juicio objetivo.
Es por eso que entre los conocimientos que debe poseer, están aquellos sobre su
misma persona, sus complejos y resistencias. El orientador debe de asistir a
terapia también para conocerse y también para descargar todas las situaciones
que recibe del cliente. Al mismo tiempo, puede manifiestar una
contra-identificación proyectiva. Por eso es menester que el orientador sea
psicoanalizado para estar renovado para su labor.
En
su labor, el orientador realiza entrevistas con el objetivo de que el joven
después pueda elegir una carrera o el camino a seguir en su vida. Procura
resolver conflictos, esclarecer motivos y fantasías. Se platica para conocerse
mutuamente e ir estableciendo buenas relaciones. Al final, se pretende obtener
información, facilitar información y estimular el cambio de actitud o
reforzarla. Es importante no hablar con timidez e indecisión, mostrarse brusco
y despótico, o mostrar una cortesía refinada y formal.
Ahora
bien, la entrevista en un primer momento consiste en prestar atención, mirar y
escuchar sin escatimar en el tiempo. Generalmente se miran frente a frente
separados por un escritorio o mesa; y se debe recordar las indicaciones antes
mencionadas: evitar juzgarlo y etiquetarlo, al contrario hay que acoger,
aceptar y dar valor al joven, sin ser autoritarios, pero sobre todo no
intervenir mientras está expresándose ni tratar de adivinar o ponerle palabras
de lo que a él le cuesta decir, tampoco hay cabida para comentarios,
valoraciones y reflexiones personales.
Posteriormente,
el orientador expresa lo que ha percibido del lenguaje verba y no verbal del
cliente. No hay que creer haber comprendido todo, hay que mostrar empatía y
reconocer que sólo él sabe lo que le está pasando. Después comenzamos con la
confrontación para alcanzar un conocimiento más profundo de sí mismo (cliente),
y es necesario ponerlo antes sus responsabilidades para que tome conciencia
como actor principal y así que pueda considerar sus dificultades desde otra
óptica.
Sólo
así, de manera conjunta se puede tomar una decisión indicada para lograr los
objetivos deseados. Para esto, definimos la meta que será una propuesta
práctica con acciones y conductas inspiradas en los valores del cliente. De
esta forma se realiza un compromiso concreto adecuados a la su situación
personal y ambiental, fácil de poner en práctica y de comprobar, resultado de
su esfuerzo.
Pero
esto aún no termina ahí, debe ser confirmada, evaluada y apoyada, haciendo
tomar conciencia de las consecuencias positivas y negativas de sus decisiones,
así como de reforzar su voluntad con aprobación y satisfacción o desilusión y
desaprobación.
Tenemos
también a nuestra disposición la "técnica reflejo" para lograr que el
cliente se auto comprenda y resuelva sus problemas a través del reflejo
inmediato, el reflejo sumario y el reflejo terminal, es decir, que exprese su
pensar de una situación, sintetice sus sentimientos, emociones y actitudes y
construya un mensaje.
Y
está, la entrevista de información para la orientación vocacional, en donde se
esclarece la imagen conceptual que tiene el alumno frente a una profesión u
oficio. Se busca informar realista y objetivamente, favorecer la comunicación e
incentivar la búsqueda de más información en fuentes confiables, siempre
recomiendo invitar a diversos profesionales a realizar el café mundial con los
ellos.
7. Trabajo en equipo.
Nuevamente,
destaco que el orientador es un profesional calificado que puede trabajar junto
con el director como «líder natural» al contar con una formación tan extensa y tan
amplia que he sintetizado en este ensayo y como «líder innovador» por su
capacidad para diseñar estrategias de trabajo novedosas que posibilitan la
mejora de la institución. Recordemos que él es capaz de articular estrategias
de trabajo colaborativas, permitiendo maximizar la formación y el desarrollo
del profesorado, partiendo de las preocupaciones y necesidades de los docentes.
Logrando así, una estrecha colaboración con los docentes en sus actividades
cotidianas, llevando el seguimiento y apoyo en aquellas dimensiones que más afecten
y repercutan en el aula.
8. Conclusiones.
Porque el
orientador es un modelo para la ayuda sistemática y la relación
interpersonal. Cuando el profesorado, junto con el orientador, planifica la actividad orientadora
junto con la terapia de los estudiantes, ésta adquiere carácter procesal, evolutivo
y preventivo. Cuando en el centro existe la figura del orientador que actúa como
asesor, dinamizador y ofrece soporte técnico para la planificación, ejecución y
evaluación de los programas el profesorado se implican más en la intervención y
se atreve a utilizar los programas diseñados.
9. Bibliografía.
- Garrido, C. A. M.,
Krichesky, G. J., & Barrera, A. G. (2010). El orientador escolar como
agente interno de cambio. Revista Iberoamericana de educación, (54),
107-122.
- Caishpal, A., Estefanía,
M., Cruz Peña, G. Y., Martínez, G., & Jeannette, N.
(2013). Diseño e implementación de un programa de formación de
orientadores vocacionales dirigido a docentes de segundos años generales y
terceros años técnicos del Instituto Nacional Albert Camus de San
Salvador (Doctoral dissertation, Universidad de El Salvador).
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