Las
redes sociales se han conformado como una nueva institución de interacción
social donde los actores sociales son simultáneamente productores del producto
y el producto que promueven. Hablamos de una comercialización masiva de la vida
privada de las personas con el fin existencial de ser aceptado, famoso,
respetado y disminuyendo el temor de ser descartados de este mundo.
Las
redes sociales imponen nuevos mecanismos de acción para formar parte de una
estructura capitalista y consumista, altamente atractiva que crea necesidades y
que permite satisfacerlas. Observamos una restructuración de valores donde lo
local y tradicional es desplazado por una lógica capitalista, pública y de
libre mercado.
Dentro
de la estructura del mercado, el consumo
es un mecanismo para una reestructuración de valores y una socialización
secundaria de los actores sociales en donde nadie puede convertirse en sujeto
sin antes convertirse en producto y nadie puede preservar su carácter de sujeto
sino se ocupa de resucitar, revivir y realimentar, la perpetuidad en sí mismo,
las habilidades y cualidades que se exigen en todo producto de consumo.
Los
encuentros de consumidores y productos construyen relaciones humanas de la
sociedad de consumidores. La característica de esta sociedad es la capacidad de
transformar a los consumidores en productos consumibles dispuestos a la venta.
En
las sociedades no globalizadas existían límites bien definidos de lo público y
lo privado pero en las sociedades actuales estas fronteras no son claras y se
desvanecen. Lo privado se vuelve público con gran facilidad. Los actores
sociales lo hacen con la seguridad ilusa de estar protegido de situaciones
descontroladas mientras satisfacen la necesidad de expresar su ser y
transformarse en figura pública, de mostrar su individualidad en busca de un
producto como el de una pareja. Lo privado se vuelve un producto que debe ser
lanzado al mercado.
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