El autor declara al homo sapiens como el hombre simbólico que no solo vive en el mundo físico, sino que a través del lenguaje expresa sentimientos y afecto conformándose como nuestro instrumento para pensar. Actualmente, la tecnología en telecomunicaciones han dado avances favorables en la extensión de nuestro lenguaje por el globo terráqueo: Sartori se refiere a la radio, al periódico y al teléfono; hasta que la televisión hizo la ruptura de esta realidad. Ahora con ella vemos todo sin movernos, nos informamos viendo y nos invade hasta llegar a nuestra intimidad.
Desde su aparición hasta el día de hoy, este medio de información de masas es dueño de varios horas de nuestra vida. Ha llegado incluso al hecho de que los niños ven televisión y "aprenden" de ella por horas antes de aprender a leer y a escribir. No podemos negar que este artefacto afecta las formas de socialización y la manera de construir el pensamiento. Y el hecho de que sea la primera escuela del niño con la programación que conocemos lo hace alarmante.
En la obra se revela la terrible verdad: “[...] la televisión modifica radicalmente y empobrece el aparato cognoscitivo del homo sapiens” (1998:17). Un homo sapiens que se expresó por siglos mediante el lenguaje verbal y la escritura, ahora es, por medio de su exposición continua a las imágenes, en un hombre que no lee, sordo a los estímulos de la lectura y la cultura, en un homo videns incapaz de abstraer, es decir, de desarrollar procesos cognoscitivos.
La televisión se encarga de entretener y divertir, de convertir la realidad en un espectáculo, de masificar a los individuos y comercializar las audiencias. Genera conductas lesivas y daña nuestra capacidad mental al regresarnos al puro y simple acto de ver; y por ende dejamos de entender la realidad y de formar una opinión propia, a diferencia del periódico que permite el intercambio de opiniones entre los lectores y la formación de la opinión.
La imagen ahora es la portadora de la realidad, creo en lo que veo como verdad absoluta, por ejemplo, su influencia en los debates políticos no se basa en racionalidad de la oferta política sino de las imágenes emocionales que los líderes proyectan.
Todo esto me hace cuestionar la utilidad positiva de la televisión en la escuela porque, por un lado, no podemos olvidar su función mediática y nociva que bombardea a todo ser humano, especialmente a los niños; y por el otro, por la simplicidad de la imagen, evita la capacidad de cuestionar y de reflexionar. Pero es aquí, donde la escuela debe "meter su cuchara". Mucho se ha hablado en las clases de la función de la Educación para los Medios y de la necesidad de educomunicadores que generen espacios de confianza y armonía donde puedan reflexionar sobre los mensajes y los lenguajes de los que se vale los medios para manipular, y que a su vez les permita generar sus propios mensajes. Es en este último aspecto, donde enfoco mi opinión: que los alumnos generen mensajes con contenido de alta referencialidad y los transmitan a través de los medios. No es una idea descabellada ni poco viable, porque el proyecto ya está en operación en el país de Kenia y con resultados satisfactorios. Solo hace falta cambiar nuestra forma de pensar y de enseñar.
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