Pragmatismo
Es una escuela filosófica originada en los Estados Unidos a
finales del s. XIX. Sostiene que sólo en la lucha de los organismos
inteligentes con el ambiente que los rodea es donde las teorías y datos
adquieren relevancia. Las afirmaciones teóricas deben estar relacionadas con
prácticas de verificación y que finalmente las necesidades de la humanidad deberían
guiar el camino de la búsqueda humana.
La palabra pragmatismo proviene del vocablo griego praxis
que significa acción. Para los pragmatistas la verdad y la bondad deben ser
medidas de acuerdo con el éxito que tengan en la práctica. En el pragmatismo no
existe el conocer por conocer. Si algo no tiene un fin o uso determinado no hay
razón para que tal cosa exista.
El pragmatismo, como corriente filosófica idealista
subjetiva que considera la verdad desde el punto de vista de la utilidad social
se le atribuye al psicólogo y filósofo idealista norteamericano W. James y a
Ch. Sanders Peirce entre otros.
Tal doctrina parte de
la idea de que
No existe una verdad, sino que cada ser humano la posee por
sí mismo, lo que le permite resolver sus problemas. En sí, la verdad es lo que
funciona bien o lo que mejor le conviene al hombre (principio del pragmatismo).
Generalmente no entiende por utilidad práctica la
confirmación de la verdad objetiva mediante el criterio de la praxis sino aquello
que satisface los intereses subjetivos de los individuos (criterio practicista
de la burguesía norteamericana).
La división sujeto-objeto se establece únicamente dentro de
los marcos de la experiencia, siendo el conocimiento un conjunto de verdades
subjetivas.
El ser humano se separa de otros seres activos porque,
además, es capaz de orientar su actividad según fines que han sido, en cierta
medida, creados o decididos por él de manera individual o colectiva.
Lo verdadero, lo satisfactorio y lo útil confluyen en el
mismo lugar, siendo su diferencia sólo de puntos de vistas.
Las acciones y fines constituyen el eje en que se sustenta
la actitud interpretativa del pragmatismo. Creer, investigar, teorizar, forman
parte de un conjunto de actividades sensitivas y manipulativas (observar,
recordar, medir, experimentar...), otras conceptuales y simbólicas (inferir,
comparar, generalizar, descomponer...), que se entrelazan con la conducta total
para lograr el cumplimiento de los fines propuestos.
El proceso del conocimiento está vinculado a lo que el
hombre hace, pero al mismo tiempo influye en lo que puede o quiere hacer,
ampliando el radio de su actividad y las expectativas asociadas a ella; esto
es, la actividad cognoscitiva también crea fines, que a su vez suscitan
acciones ulteriores.
Lo característico del pragmatismo no es subordinar el
pensamiento a la acción sino redefinir la expresión del pensamiento mismo en
teorías que tratan de desentrañar la realidad; por lo tanto se ve como una
actividad o una forma de acción cuyas herramientas propias son los conceptos,
palabras, ideas, o en otros términos, signos.
La prueba de la verdad de una proposición es su utilidad
práctica.
En lo que respecta a su influencia para la Pedagogía, por
ejemplo, J. Dewey desconoció la acción del maestro y la importancia del
conocimiento científico pues consideró la enseñanza como el proceso de
elaboración de la experiencia personal a partir de la interpretación de los
hechos según cada cual. La tesis de la actividad de los alumnos fue realizada
en el sistema pedagógico de los pragmáticos en forma de método de proyectos por
lo que cada cual podía elaborar su propio diseño de aprendizaje.
Por el influjo que tuvo en la educación es válido destacar
otras de las peculiaridades que caracterizan la pedagogía pragmática:
Marcado desprecio hacia los conocimientos teóricos.
Excesivo utilitarismo de los programas de enseñanza.
Varias de sus ideas se aproximan al conductismo según el
cual la conducta se determina por el estímulo-reacción.
Se ve la educación como un proceso pasivo.
Se alega que la fuente del crecimiento y la humanización se
encuentra en cada persona desechándose el papel de las relaciones que
establecen ellas en la producción y reproducción de su vida material,
relaciones que, en última instancia, coadyuvan a la formación de la
personalidad.
Defiende la autorrealización del individuo como objeto de la
educación.
Esta tendencia tuvo un gran predominio en los estudios
filosóficos desarrollados en los Estados Unidos de Norteamérica durante el
primer cuarto del siglo XX y, por consiguiente, muchas de sus ideas penetraron
directamente en Cuba por esa vía.
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