Monday, April 1, 2013

Sistema de enseñanza mutua o método lancasteriano

Un solo maestro podría enseñar de 200 hasta 1000 niños. Los alumnos eran divididos en pequeños grupos de diez; cada grupo recibía la instrucción de un monitor o instructor, que era un niño de mas edad y mas capacitado, previamente preparado por el director de la escuela. 

En fila, de frente al escritorio del maestro, se sucedían, una detrás de otra, largas mesas con bancos de madera para diez alumnos en cada banco. En la primera mesa de cada una de las ocho clases se colocaba un “telégrafo”, uno de los aparatos distintivos de la técnica lancasteriana, que era un palo de madera que sostenía en su extremidad superior una aspa de hojalata que un lado decía el número de la clase y en el otro EX que quería decir examen. A veces se colgaba de estos “telégrafos” un tablero con los caracteres que habían de ser copiados por los niños. La escuela lancasteriana introdujo algunos métodos educativos nuevos y más efectivos, como por ejemplo, el empleo de mapas y carteles, de areneros y ejercicios de dictado.


La idea clave del sistema Lancasteriano fue que el niño debía ser constantemente activo. No se aburría, porque siempre estaba aprendiendo algo del monitor en su pequeño grupo. Lancaster insistía en que “cada niño debe tener algo que hacer a cada momento y una razón para hacerlo". Llegar a este objetivo significaba un complicado sistema de registro del movimiento de cada alumno de una clase a otra. Los libros de asistencia de los maestros de las escuelas municipales muestran a que clase de lectura, escritura, aritmética y doctrina cristiana y civil habían sido asignado cada alumno, y como había ido progresando en cada clase. Se podía estar, al mismo tiempo, en un grupo avanzado de lectura, en uno mediano de escritura y otro elemental de aritmética y doctrina. Con el sistema lancasteriano cada clase, con su maestro o monitor se regía individualmente. De este modo, los progresos no se miden de acuerdo a plazos pautados gradualmente.

En vista de que en un aula había enseñanza simultánea de ocho clases y después el movimiento, o “evolución”, de aproximadamente ciento cincuenta niños al final de cada hora, cuando cambiaban de grupos, era imprescindible que los alumnos guardaran estricto orden y silencio. Para llevar a cabo estas evoluciones sin confusión y con rapidez, el “telégrafo” era movido por el monitor de la mesa de escritura a los semicírculos, donde era colocado en dos asas de fierro el tablero de lectura o aritmética. Cada muchacho encontraba el grupo que le correspondía al ver el número de su clase levantado en el telégrafo.

Jamás por ningún pretexto se podría dar golpes a ningún niño, y los instructores podrían castigar a sus alumnos con mandarles arrodillar no más que durante el trabajo en que se hallen”, o con castigos morales (orejas de burro).


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