La
Evaluación y la Concepción Constructivista
Coll y Martín (1993), señalan
algunas directrices a partir de las cuales se derivan implicaciones a la hora
del diseño de actividades de evaluación:
a)
Los alumnos construyen significados sobre los contenidos en la medida que son
capaces de atribuirles sentido.
Es muy importante
llenar la evaluación de contenido, enriquecer sus posibilidades, dar nuevas
ocasiones de aprender y de reflexionar sobre lo aprendido, convertirla en una
fase más del proceso de aprender.
b)
Las actividades de evaluación deben detectar los diferentes grados que los
diversos alumnos han conseguido asimilar de los contenidos propuestos.
Este aspecto supone
plantear actividades de evaluación de diferente complejidad.
c)
Las actividades de evaluación siempre serán parciales, ya que a través de ellas
no vamos a ser capaces de constatar todas las relaciones que los estudiantes
pueden haber establecido.
Lo anterior, incide
de nuevo en la necesidad de plantear diversas situaciones de evaluación para
que afloren relaciones diferentes, pertinentes o no, que se hayan originado a
propósito del aprendizaje de un contenido concreto.
d)
Las actividades de evaluación aportan información concreta en un momento
determinado de un proceso que es totalmente dinámico.
Por lo tanto,
no es adecuado extrapolar conclusiones sobre el proceso de aprendizaje a partir
de un solo sondeo, ya que el tiempo es un factor fundamental para que se
sedimenten los aprendizajes.
e)
Las actividades de evaluación deben ser similares a las que se han realizado
durante el aprendizaje, e incluso ambos tipos de actividades pueden coincidir
si en un momento determinado interesa recoger datos sobre el avance, las
dificultades, el proceso o la práctica docente.
El éxito de las
actividades de evaluación radica en que no presenten una sorpresa desagradable
e inesperada, pues ello indicará que hemos sido capaces de transmitir a los
alumnos lo que pretendemos que aprendan.
f)
Un dato importante que debemos conocer de los alumnos es el grado de
funcionalidad que han conseguido con los aprendizajes.
De ahí que haya que
diseñar actividades de evaluación que puedan detectar la capacidad de utilizar
los contenidos aprendidos para solucionar situaciones, establecer relaciones
entre datos, sacar consecuencias de hechos, prever nuevos problemas, etc.
g)
Es interesante recoger datos sobre el avance de la autonomía, aunque no se
precise exactamente diseñar actividades concretas para ello.
La observación
organizada de esa evolución es suficiente para constatar este indicador de gran
interés.
h)
La evaluación del avance de los alumnos en la construcción de significados se
convierte así en un indicador fundamental de la calidad de nuestra enseñanza.
Las reflexiones sobre el proceso
no suponen pérdidas de tiempo y es preciso llegar a normalizar este tipo de
prácticas a fin de ser capaces de replantear los aspectos que sean precisos.
Esta es la evaluación formativa
que ayuda a avanzar, a reconocer errores, a proponer alternativas; con ella se
camina hacia dos objetivos fundamentales: lograr aprendizajes de mejor calidad
y obtener mayores satisfacciones en la profesión docente.
i)
Los resultados del aprendizaje proporcionan también información a los alumnos
sobre su propio proceso de aprendizaje.
Para ello, los
alumnos deben tener información clara de lo que se pretenda evaluar. Pero,
además, es necesario enseñar a los alumnos a que detecten las causas de sus
posibles errores y que se fijen también en los aciertos.
Durante la evaluación, se ponen
en marcha mecanismos que tienen que ver con el auto concepto y la autoestima a
los cuales es necesario hacer frente con un clima lo más saludable posible.
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