“Iniciativas efectuadas con la finalidad
de integrar el sistema educativo nacional”.
El sistema educativo
mexicano ha sido producto de una serie de eventos, promulgaciones de leyes,
confrontaciones, creación de instituciones, formulación y reformulación de planes y programas, etc.,
que integran todo un largo, difícil y en ocasiones, penoso proceso histórico
socio-cultural que ha requerido de diversos sacrificios. A este sistema
educativo han contribuido a lo largo del tiempo grandes hombres ilustres, que
con sus ideas y acciones han buscado siempre seguir adelante. Por lo mismo no
es posible atribuirle a un solo hombre, ni siquiera a una sola época, los
logros que se han obtenido. Aun falta mucho por mejorar, pero solo nosotros y
el tiempo podrá decirnos que camino tomaremos y que tanto lograremos recorrer.
Con Juárez tenemos la
promulgación de la ley orgánica de 1867 que anulaba la enseñanza de la religión
en las escuelas públicas, imprimiéndole un carácter de continuidad y
definitividad al laicismo que propusiera Mora desde 1833. Fue Lerdo quien, en
el articulo cuarto del decreto 10 de diciembre de 1874, extendió legalmente
este principio en todo el país.
Otros principios como
gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza, habían sido declarados necesarios
por el congreso de 1842, pero no adquirieron el mismo carácter de ley sino de
1867. Barreda y Martínez de Castro expresaron claramente las ideas de algunos
de los designados por Juárez para reorganizar la educación primaria y la
instrucción en general.
Se trata como aspecto
importante, fomentar la libertad, el orden y el progreso como solución a la
realidad del momento, reorganizando la educación publica sobre los principios
de la ciencia y la aptitud del hombre para buscar la verdad, todo ello dentro
de los lineamientos de la nueva corriente europea: el positivismo.
Se trataron de imponer
los principios del liberalismo mediante la promulgación de la ley de 1867,
reformada posteriormente el 15 de mayo de 1869. En este reglamento se imponía a
los padres la obligación de mandar a sus hijos a la escuela primaria desde los cinco años de
edad, y se exponían los estímulos así como las sanciones correspondientes a
esta ley. Este documento, además confirma las tres características de la
instrucción primaria: gratuita, laica y obligatoria, dando de esta forma cierta
uniformidad. Además, quedaba estructurada de acuerdo con los principios del
positivismo.
La reforma de 1869 retomo
la idea ilustrada sobre la intervención estatal en materia educativa, y se
estableció para esto la junta directiva
de instrucción primaria y secundaria de Distrito. Esta se encargaba de los
libros de texto y autores de los mismos, autorización de maestros, vigilancia
en el cumplimiento de la ley, entre otras funciones.
Se busco proporcionar
ingresos para la manutención de escuelas así como la formación de nuevas, se
intentaba multiplicarlas y dar la oportunidad a todo el pueblo de recibir
educación. Sin embargo, resulta evidente que por las condiciones sociales,
económicas y políticas, la ley de obligatoriedad no funciono. La falta de
escuelas no se pudo solucionar, a esto aunamos la falta de interés de las
clases bajas de educarse, así como la falta de fondos para mantenerlas y la
inexperiencia en organización escolar, como causas del fracaso escolar
obtenido.
De esta forma llegamos al
porfiriato. La obra de Porfirio Díaz seria precisamente la sistematización y la
unificación de criterios en metas y métodos, planes de estudio y programas,
organización de estímulos, notas y sanciones, creando así la estructura básica
de la actual escuela primaria.
Las dificultades
afrontadas durante los años de 1876 y 1880 fueron monumentales. Lo más difícil
fue la falta de continuidad en la dirección del Ministerio de Justicia e Instrucción
Pública. La estabilidad solo se logro a partir de 1880 al iniciarse el periodo
de Manuel González, quien nombro ministro de este ramo a Joaquín Baranda. Su
obra es muy alabada, así como su esfuerzo y dedicación. Sus proyectos, ideas y
logros en materia legal y reglamentaria muestran su interés por la educación
primaria.
Posteriormente, desde
1896 hasta 1910 la Dirección General de Instrucción Primaria se encargo de
estudiar y tratar las dificultades. Ezequiel A. Chávez fue el cerebro que
dirigió los pasos que debía seguir la instrucción primaria.
Durante el porfiriato se
emplearon cuatro sistemas de instrucción básica. El individual, el sistema
simultáneo, el sistema mutuo y el sistema mixto. Pero más importante que los
sistemas fueron los métodos. Hasta el primer congreso pedagógico, quienes
habían dado pautas y sugerido métodos eran profesionistas interesados en el
ramo de la instrucción pero que nunca se habían dedicado al estudio de la
pedagogía. Mucho menos la habían estudiado los regidores y presidentes del
ayuntamiento. Solo en 1889, con motivo del Primer
Congreso Pedagógico convocado por el ministro Baranda, hombres como Justo
Sierra, en colaboración con algunos pedagogos, pudieron definir y establecer
objetivos y métodos que dieran un perfil nítido a lo que se venia llamando
desde 1878 “escuela nacional primaria”. Del cual podemos ver que se buscaba dar
una educación integral, destinada al cuerpo, a la inteligencia y al corazón.
El método objetivo fue el
que prevaleció en la escuela. La finalidad perseguida era formar una sociedad
de hombres capaces de ver las cosas tal como eran y no como otros se las
querían mostrar. Baranda se enfoco más a lo intelectual pero en contra de lo
tradicional, ya no se trataba de una educación moral, sino de cultivar la
inteligencia.
Durante este periodo
había ya quien diera la pauta sobre el método a seguir y quien supiera
aplicarlo. Asimismo había quien explicara teóricamente su utilidad. Los
maestros más sobresalientes de la época fueron posiblemente Laubscher y
Rébsamen. Después del congreso de 1889 varios estados mandaron maestros a Veracruz
a fin de poder adquirir las nuevas tendencias en materia educativa. Sin
embargo, los verdaderos beneficiarios fueron los alumnos que estuvieron bajo la
mano hábil de algunos pedagogos, esto debido al descuido del magisterio y los
sueldos bajos.
No obstante, aunque los
esfuerzos fueron débiles y no dieron el resultado esperado, constituyeron
grandes ideas, útiles en el desarrollo de otras nuevas que lograron trascender
en el ámbito educativo. Por ejemplo, el Congreso Higiénico Pedagógico de 1882,
en donde se discutieron cuestiones de importancia, referentes a los edificios,
al mobiliario, a los libros y útiles, así como los métodos de prevención de
enfermedades y condiciones propicias para el estudio.
Los ensayos educativos,
formaron una preciosa experiencia que dio como resultado un orden y progreso
notorios. Como es debido, las ideas sirvieron de base para otras nuevas, solo
se precisaron y aclararon. De hecho algunas de éstas ideas aun en la actualidad
se siguen manejando y utilizando.
Las indicaciones
metodológicas sobre la enseñanza de cada una de las materias de los programas
de educación primaria de 1908 eran lo suficientemente claras que hasta un
maestro inexperto podía instruir y educar al niño. A Justo Sierra le tocó
presentar estas indicaciones que fueron el punto clímax de la programación
durante el porfiriato. Todo esto aunado a la federalización de las escuelas
primarias del Distrito Federal, fue un enorme paso adelante.
Desde 1891, y como
resultado del Congreso Pedagógico, la instrucción primaria quedo dividida en
elemental (cuatro años) y superior (dos años). Las escuelas oficiales nocturnas
que hasta ese momento desaparecían y aparecían a cada momento tendrían
continuidad y se dedicarían tres años a la educación elemental y cinco a la educación
complementaria.
Sin embargo, a pesar de
los logros obtenidos en materia educativa y de que la distribución de las
materias en los diferentes grados era cada vez mejor, las últimas disposiciones
citadas todavía olvidaban los horarios. Es así, como los horarios se hicieron de acuerdo con las edades de los niños, a partir de
1897.
Para finalizar, pese a
que esta etapa no ha sido el punto clímax de la educación en México, aporto
valiosos recursos, herramientas y bases teóricas y practicas útiles para el
desarrollo de la organización de la educación y no solo a nivel primaria sino
en todos los niveles. Y fueron capaces
de dar solución en parte a la situación de la época, pese a todas las
limitaciones económicas, sociales e ideológicas.
Conclusión
Como
hemos dicho, la ley orgánica de 1867 fue un buen primer paso en la creación de
las escuelas nacionales primarias; sin embargo como tal, adolecía de algunos
defectos. Por ejemplo, se decía en su artículo 17 que la escuela normal se
enseñaría los diversos métodos de enseñanza, sin antes haber planeado o por lo
menos dedicado un edificio en donde albergar esta escuela.
Era
necesario complementarla con otras leyes, y no solo eso, sino también con
acciones capaces de dar una solución a la decadente situación educativa del
país, rodeada de otras necesidades.
Gente ilustre e innovadora analizo la situación y empezaron a dar
propuestas útiles para mejorar la terrible situación.
Fue
así, como mentes brillantes en un periodo político que buscaba el progreso y el
orden, y que dio ciertas libertades de pensamiento, empezaron a unificar y a
organizar la educación de la nación, atendiendo diverso aspectos, tanto
legislativos como de higiene que influyen en el nivel optimo del progreso
educativo.
Sin
embargo, la situación no era aun la idónea para que algunas ideas y proyectos
prosperaran, y los que lograron resistir tuvieron una influencia limitada de
acción, mas no obstante, sirvieron para futuras reformas como base sólida para
crear nuestro actual sistema educativo, el cual aun esta incompleto y necesita
ser mejorado. El camino es largo y duro, y los obstáculos son grandes, pero con
esfuerzo, dedicación, patriotismo y tiempo, lograremos seguir avanzando,
siempre mejorando.
Bibliografía.
Francisco
Larroyo, Historia comparada de la
educación en México, México, Porrúa, 1947, p. 226.
Editorial,
en “La escuela moderna”, t. 1, p. 1,
México, 1889.
Ley
sobre Enseñanza Primaria en el Distrito y Territorios, Decreto del Congreso, 25
de mayo de 1888.
Circular
del señor ministro de Justicia e Instrucción Pública, en “La escuela moderna”, t. 1, p. 2, México, 1889.
El
Colegio de México, Historia mexicana, México, 1979, p. 200.
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