Conflicto cognitivo
Desde la postura constructivista e interaccionista del conocimiento,
y en particular del aprendizaje sostenida por la psicología genética, para que
los conocimientos previos se modifiquen es necesario ponerlos a prueba en
diversas situaciones que los contradigan.[1]
Innegable es el hecho de que la fuente de los progresos en los
conocimientos se halla en los desequilibrios que los sujetos sienten como
conflictos e incluso como
contradicciones. En su esfuerzo por resolverlos, se producen nuevas
coordinaciones entre esquemas que les permiten superar las limitaciones de los
conceptos anteriores.
Los conocimientos iniciales se abandonan, se vuelven a
retomar, se confrontan, se toman otros que se consideran útiles en el momento,
se desechan los que no se ajustan a sus fines y finalmente surge una nueva
explicación. Este proceso que sigue el niño en la construcción de conocimientos
conlleva una serie de errores, desde el punto de vista del adulto, que tienden
a corregirse. Pero más que errores que tienen que evitarse deben ser
considerados como etapas necesarias en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
El niño debe aprender a superar sus errores.
Los niños aprenden cuado tratan de que funcionen sus
propias maneras de hacer las cosas, aunque no lo hagan como el maestro pudiera
esperar. En este sentido los errores de los niños son muy aleccionadores para
los maestros; por encima de todo, los maestros deben tratar de identificar lo
que hay detrás de ellos. Muy a menudo las ideas erróneas del niño son valiosas
pistas para llegar a entender su pensamiento.
En este sentido, es conveniente que el maestro evite
pedir respuestas correctas, pues con ello pide algo que los niños no
necesariamente pueden dar. Cuando el profesor les dice a sus alumnos que sus
respuestas están equivocadas o incompletas, los niños pronto aprenden a no
confiar en sus propias habilidades y a creer que la respuesta correcta sólo existe
en la mente del Maestro.
Si en clase se discuten las ideas de los niños, se
valoran y no se les considera erróneas sino útiles para la comprensión de los
conocimientos escolares, los alumnos verán valorada su capacidad de dar
respuestas coherentes y sentirán confianza e interés para seguir aprendiendo y
participando.
[1] Fumagalli, Laura. La enseñanza de las ciencias
naturales en el nivel primario de educación formal, argumentos a su favor en
Weisman, Hilda, Didáctica de las ciencias naturales. Aportes y reflexiones.
Piados, Buenos Aires, 1997.
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